miércoles, 24 de febrero de 2010

Volcán Barva.

El norte de la ciudad de Heredia está dominado por la mole del Volcán Barva. Mientras sus vecinos Poás e Irazú se han convertido en el destino de miles de turistas cada semana, este volcán y el lejano Turrialba pasaron a ser la meta de viajeros algo más ambiciosos y dispuestos a caminar bastantes horas…

Es posible llegar en automóvil hasta el pueblo de Sacramento, y de ahí hasta la entrada del Parque Nacional Braulio Carrillo (sector Volcán Barva) hay dos kilómetros y medio de camino que ameritan sin duda un vehículo de doble tracción.

O bien pueden tomar el tour de force que significa viajar en el bus que sale de Heredia y que pasa por San José de la Montaña, que lo deja a uno a formidables ocho kilómetros y medio de la caseta de entrada al Parque Nacional. La pendiente es demoledora pero hay bonitas vistas de todo el Valle Central.

La ciudad de Heredia.

Ya en el volcán los senderos nos guían hasta la laguna principal, de 70 metros de diámetro y 8 de profundidad. Es un lugar de absoluta paz y tranquilidad, donde pude escuchar por primera vez que mi cámara hace un ruidito apenas perceptible. Un par de miradores son el lugar perfecto para almorzar y para pasar un buen rato alejado de la cochina cotidianidad. La laguna tiene su propia leyenda: en las noches de luna llena una iglesia emerge de las aguas, construida hace eones como expiación por un asesinato.

Por todas partes pude ver huellas de danta y si no se hace mucho ruido es un lugar propicio para ver aves, el guarda parques me contó que incluso es posible atisbar al enigmático Quetzal.







Luego decidí ir a la otra laguna del itinerario, la de Copey, a dos kilómetros de distancia. Apenas un par de docenas de visitantes fue ese día y nadie más osó desafiar el intrincado sendero de la laguna b. Y con razón, esa sí que fue una aventura. Por eso llegar a la laguna de Copey con sus 40 metros de diámetro resultó ser la parte gloriosa de la jornada. Verdaderamente sólo le recomiendo este recorrido a personas acostumbradas al senderismo de esos… sin sendero.



El Volcán Barva es uno de los lugares más pacíficos y naturalmente reconfortantes que he visitado, que amerita una jornada de caminada realmente épica. En las orillas de la pequeña laguna de Copey pensaba en los 13 kilómetros realmente duros que me separaban aún de mi autobús de regreso. Pero qué diablos, al menos 11 de ellos eran de bajada.

5 comentarios:

  1. Hola, he descubierto tu blog por los premios 20blogs y me ha encantado. Saludos y suerte. Si te animas puedes visitar el mío blog de viajes pasaporteblog.com e incluso votarme: http://lablogoteca.20minutos.es/pasaporteblogcom-blog-de-viajes-8818/0/

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  2. Felicidades por su fantástico blog, de parte de un catalán enamorado de la hermosa Tiquicia.
    Realicé una caminata por el precioso Barva que fue todo un sueño. Por si le interesa, esa foto del recorrido del Barva donde se ve una pequeña plaquita azul se lee lo siguiente:

    "Sendero Varo"
    "Dedicado al ex-guardabosque Álvaro Gómez Ch. De su compañero Gerardo Obando y de todos con los que compartió la vida en estos bosques. V.Barva
    (Una cruz) 27 de abril 1999"

    ¿Pudiera ser que supiera de los guardaparques la historia detrás de la tal plaquita?

    Un afectuoso saludo y de nuevo felicidades por el blog.

    Xavier.

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  3. Gracias por los comentarios, y sin duda la info en la placa despierta la curiosidad. Una excelente excusa para realizar otra visita! Es un poco difícil expresar con palabras y con las fotos lo maravilloso que es ese lugar, pero como mencionas es inolvidable. Que bueno que el recuerdo de estos sitios llegue hasta tan lejos.

    Saludos a la distancia.

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    1. fmurillopad@gmail.com17 de mayo de 2013, 8:30

      Hermosas fotos, pero no se iguala a vivir la experiencia de estar ahì y escuchar el silencio. He publicado mi pensamiento. Saludos. Federico Murillo Padilla.

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  4. Federico Murillo fmurillopad@gmail.com17 de mayo de 2013, 8:27

    La calma y majestuosidad de su flora y àrboles impresionantemente grandes, tocando el cielo con sus copas. El aire se conjuga con la humedad de las nubes para darnos un respiro natural. Su mirada se clava en el Valle Central como si fuera un vigilante eterno, cuidando que los muros y asfalto no toquen nunca su maravillosa naturaleza.

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