viernes, 4 de septiembre de 2009


Parque Nacional Cahuita.

Apenas a 42 kilómetros al sur de Puerto Limón se ubica el pequeño pueblo de Cahuita, famoso por ser el punto de entrada al Parque Nacional del mismo nombre en donde podemos encontrar un importante arrecife coralino que sirve como imponente base de uno de los paisajes más hermosos de Costa Rica.


Desafortunadamente sólo pude pasar una tarde y un breve rato de la siguiente mañana en el sitio, pero he quedado completamente impresionado por el recorrido y definitivamente Cahuita está en la lista de lugares a los que debo regresar. Pese a su renombre como destino turístico lo cierto es que la localidad es bastante pequeña y apenas cuenta con los servicios más básicos, pero posee un aura de tranquilidad que resulta evidente si la comparamos con – por ejemplo – Puerto Viejo, ubicada a pocos kilómetros más al sur.

Existen algunas cabinas que garantizan una estadía decente, en sí el pueblo carece de centros de entretenimiento o grandes hoteles, aunque si hay un par de pequeños supermercados. Su costa está constituida por coral muerto y es golpeada de manera inclemente por un oleaje constante, haciendo del todo imposible cualquier actividad en el mar. Las pocas edificaciones están salpicadas de los colores provenientes de las ventas de souvenirs y de curiosas pinturas y murales que se asoman en ciertas paredes.

No es nada raro encontrar propiedades abandonadas que dan fe de lo difícil que ha sido para los habitantes del lugar la integración con el fenómeno del turismo, es bastante común en la zona caribeña que los propios lugareños estén excluidos del lucrativo negocio y rara vez el dinero se queda en el sitio. Y con todo no puedo dejar de pensar que estas ruinas no hacen otra cosa que impregnar el ambiente con un aire de misterio.

Desde luego el atractivo principal del lugar lo proporciona el Parque Nacional, fundado en 1970. Se trata de una punta de tierra que se extiende un par de kilómetros en el mar y separada del pueblo apenas por un riachuelo. El cambio observado es dramático: una selva impresionante separada de un mar de ensueño por una playa de arena blanca espectacular. Lo doloroso para mí es que jamás pude sospechar de semejante contraste, y así gasté preciosas horas en diligencias inútiles ignorante de que el paraíso estaba a unos pocos pasos.

Tras pasar por la caseta de entrada (la contribución es voluntaria y decidida por el visitante) el primer pensamiento consiste en recorrer los dos kilómetros que nos separan de la punta. Un sendero bien establecido a orillas de la playa hace las cosas bastante fáciles: a salvo del sol podemos adentrarnos en la selva sin perder de vista el mar. Claro que el plan b consiste en hacer el recorrido directamente por la playa hundiéndonos en la arena hasta los tobillos lo cual se siente tan bien a como suena.

Fue toda una lástima que apenas me alcanzara el limitado tiempo del que disponía para llegar hasta la mitad del camino. Dado que la punta es algo estrecha la diversidad de fauna quizás no luzca tan evidente para los visitantes, pero siempre alcancé a tratar con algunos lugareños algo inquietos:

Incluso en un momento dado, entre foto y foto alcancé a mirar al suelo y me di cuenta que caminaba sobre huellas frescas de un animal (quizás un mapache).

Pero la principal amenaza para avanzar hasta donde alcanzara a llegar fue en todo momento la espectacular vista del inmediato mar. Simplemente la tentación de abandonar la faena y tumbarse a disfrutar de semejante paisaje era completa, y estaba a unos pocos pasos de mi ruta.

Pronto apareció otro singular atractivo de Cahuita. De manera dispersa, aquí y allá sobresalían restos de artefactos metálicos diversos: tuberías, láminas enormes de hierro herrumbrado, piletas llenas de burbujeante agua tibia, etc.

Eran los restos de un proyecto que hacia 1921 se dedicó a buscar petróleo en la zona, actividad que se ha repetido intermitentemente durante el siglo XX en la zona caribeña y siempre de manera infructuosa. En aquel entonces la expedición llegó a construir un sitio de desembarque (Puerto Vargas, al otro lado de la punta y que actualmente de puerto sólo tiene el nombre) y algunos pozos de exploración que son el origen de gran cantidad de chatarra desperdigada por la selva, como esta grúa de casi cuatro metros de largo:

Así las cosas llegó el momento de partir. Mi breve visita quizás impidió encontrarle algún defecto al lugar aparte de la frustración de no poder pasar una semana entera deambulando por esa selva y por esa playa. Y encima dicen que bucear por los arrecifes (los cuales ni siquiera llegué a ver) es otra experiencia digna del viaje.

2 comentarios:

  1. Qué buenas fotos Zama! Me gusta mucho tu estilo, súper informativo pero a la vez invitante a los luggares que vas :) Espero tus próximos post Ah! Y muy buenas fotos ;)

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  2. Excelente Manrique, me gusta mucho el matiz del Blog, me parece equilibrado pero a la vez llamativo!

    Espero pronto poder leer y ver las fotos de ese puente que nos comento.

    Ojala pueda seguir agregando informacion para tener un referente de un lugar en el que encontremos informacion variada del lugar.

    Randall Gamboa

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