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La primera vez que visité Santa Rosa se trató de una visita fugaz la cual (tal y como ocurre con la mayoría de los visitantes) se centró casi exclusivamente en la herencia histórica de los edificios de la casona. Ya en una segunda ocasión en la que pude quedarme hasta el día siguiente mis planes, nuevamente enfocados en el escenario de tantas batallas, rápidamente se vieron transformados ante la visión de la verdadera riqueza del Área de Conservación Guanacaste: su extraordinaria y exuberante naturaleza.
Este santuario se ha convertido en un laboratorio donde investigadores de todo el mundo sacan provecho de las extraordinarias condiciones existentes: la restauración del segundo mayor bosque seco del mundo. Y no es cuento, hasta ahora no había visitado un sitio con tanta facilidad para apreciar toda esa flora y fauna (¡Esa esquiva fauna!). Ni siquiera tenía que irme del complejo de edificios y de hecho hay que tener cuidado al manejar en el sitio porque los bichitos están por todas partes.
Lo primero que hay que aclarar es lo diferente que es el lugar a esa imagen tradicional que tenemos de Guanacaste, de extensos pastizales tendiendo al marchito. Tras muchas décadas de conservación el genuino verde de selvas espesas se mezcla con diferencias de pocos kilómetros con bosques menos ambiciosos y otras zonas donde la mano del hombre es notoria, aunque incluso en esos casos se trata de una obra planificada, como es el caso de los cortafuegos que rodean la zona administrativa del Parque.
Desde los murciélagos que infestan la casona hasta la infaltable Bambie con su mamá, reptiles que se creen los reyes del lugar, gavilanes que ignoran olímpicamente a aquellos que la fotografían casi a quemarropa o guatusas que apenas es que no entran a las habitaciones a robarse la comida… No es de extrañar que los cazadores furtivos estén tan molestos con las autoridades y estén dispuestos a destruir los lugares sagrados de la cultura nacional. Pero si me preguntan a mí, ese es un riesgo que vale la pena asumir.
Guanacaste significa precisamente "arbol de oreja", o algo así. Es por la forma de sus vainas de semillas.
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