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En la misma línea de islas-prisión al estilo de Alcatraz o la Isla del Diablo, a finales del siglo XIX se dio luz verde en Costa Rica al proyecto de construir una cárcel en medio del mar. Se realizaron experimentos en la lejana
Isla del Coco, pero al final la elegida para tal misión fue la Isla San Lucas, no muy lejos de Puntarenas en el Golfo de Nicoya. Desde 1873 se comenzó a forjar una leyenda que convirtió al penal de San Lucas como uno de los más temidos en el país, junto a la tristemente célebre Penitenciaría Central.
En los alrededores de la bahía hay varios naufragios, y lo que fuera un restaurante flotante.Uno de sus inquilinos, el escritor José León Sánchez convirtió esta fama en internacional con su libro “La Isla de los Hombres Solos”. La isla está tan metida en la sociedad costarricense como un lugar maldito, que incluso hoy en día no se puede encontrar prácticamente a nadie con el nombre de Lucas en el país.
De finales del siglo XIX se conserva la calzada (muy bien conservada) y los calabozos que están junto al muelle. De inmediato me llamó la atención como la calzada comparte exactamente la misma técnica de construcción de su contemporáneo Camino de Carrillo.
Entre los años de 1927 y 1931 se construyeron los edificios que ahora se conservan (a duras penas), la comandancia, el dispensario, la capilla y el patio con los pabellones de calabozos. Existen más construcciones en la isla, pero lamentablemente no tuve oportunidad de explorarlas. Algunas
excavaciones arqueológicas han desentrañado cementerios centenarios y sitios donde la ocupación indígena puede rastrearse hasta el año 1000 DC.
El dispensario médico.
La capilla del lugar.
Por todas partes se aprecian maravillosas vistas.
Algunos pabellones están ya en ruinas.
Otros han corrido con mejor suerte.
El lugar es famoso por sus dibujos.
Pero siempre hay recuerdos de su antigua historia.
Los pabellones principales.
Sus días como prisión terminaron en 1991, poco después fue designada como Área Protegida, y cayó en un indolente abandono hasta quedar en el estado que se ve en este artículo. Existen planes ambiciosos para la Isla, pero no está claro cuando se podrán disfrutar de sus riquezas nuevamente.
Y es que como en otros tantos lugares, una vez que la mano del hombre dejó de verse las más de 400 hectáreas se convirtieron en un fabuloso tesoro natural. Pese al suelo rocoso la vegetación cubre por completo la isla, y en su interior habitan venados y monos congo, que a mi parecer han crecido bastante y se pasean como reyes por todo el sitio.
Durante el viaje a la isla quita el aliento la maravillosa vista del Golfo de Nicoya y sus islas.
La isla posee una tranquila bahía.
Cómo llegué hasta allá?
Los buses desde San José a Puntarenas salen regularmente de su terminal, ubicada en la esquina de la Avenida 12 y la Calle 16. El pasaje cuesta 2125 colones (unos 4 dólares, 3 euros) y el viaje, en caso de no haber contratiempos, tarda un poco más de dos horas. Luego de llegar a Puntarenas y en compañía de un par de intrépidos amigos nos dimos a la tarea de buscar entre los locales quién nos pudiera llevar a la isla. Nos tomó poco tiempo, y alrededor de 50000 colones (95 dólares, 70 euros) negociar la aventura. Entre más personas participen, más barato saldrá el per cápita.
Sin embargo, por internet se ofrecen tours completos que salen desde San José y que incluyen comidas y entretenimiento por precios relativamente accesibles, en caso de que no se quiera depender de la buena voluntad de las circunstancias.
Pero hay que anotar que se espera que durante la segunda mitad del 2011 inicien grandes trabajos de remodelación por lo que los viajes a la isla podrían estar restringidos.